miércoles, 10 de julio de 2013

Llorar sin pestañear como símbolo de valentía

Son muchas cosas.
Sentimientos contradictorios.
Música inexistente.
Esfuerzos caídos por la borda o popa.
Oscuro.
Cuando parece que estás "bien", llega esa mínima cosa que te hace retroceder.
Llegan lágrimas, pero no parpadeo, respiro y vuelven atrás.
Llego a casa. Cuatro vueltas de llave. Paredes rojas. Portazo. Almohada. Miro el techo blanco intacto.
Vuelven, caen dos, tres, seis lágrimas.
Mantengo los ojos fijos en el techo.
Respiro, es lo único que me queda.
Me toco las uñas irregulares, guitarra que salta de su funda para dejarse caer en mis manos.
Improvisemos.
No hay sonido majestuoso, ni técnica, ni nada de eso que llevo estudiando durante cinco años.
Creo.
Me sangran las yemas.
Descanso.
Una sonrisa se esboza, o eso parece.
No me he rendido, por una vez.

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