Cinco. Tres y tres.
Diecinueve.
Izquierda; precisa, fuerte.
Derecha; frágil, ingenua.
Ponticcello desgraciado
Ligados que se escapan de las manos.
El hombro bajo, la cabeza alta.
Mirar partituras viejas y sentir Giuliani y su mariposa. La primera audición memorable.
El primer suspiro antes de comenzar.
Los dedos recuerdan todos los gestos, la cabeza todas las emociones. Acordes y arpegios. Otro opus más que deshacer.
Canciones olvidadas por el paso del tiempo y las obligaciones, cobran vida de nuevo. La tremenda incógnita.
Nosotros condenados a sentirnos infravalorados porque según ellos todo el mundo puede tocar la guitarra.
Pero se equivocan.
Con el paso del tiempo he dejado de hacer música, me absorbe la sensación de decepción conmigo misma.
Brouwer ya no me anima. Lerich parece que si hasta que llegan los vibrattos.
No hace falta técnica para tocar, hace falta sentir.
Pero esos cuatro que decidirán sobre mi futuro no lo tendrán en cuenta. Me faltan martes en el aula ocho.
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