miércoles, 10 de julio de 2013

Ese Piano que suena, siempre, detrás de todo ahí está.

Estoy en la cuarta planta del conservatorio. Miro fijamente a estas paredes antiguamente amarillas que se han convertido en mi segunda casa, me quito los cascos y oigo las cabinas. Un cantante, un trompetista francamente malo, un violín buscando su sonido, un profundo chello, un piano. Un piano que está tocando "Para Elisa". El pensamiento es inmediato, me acuerdo de ella, de mi Pianillo. Sus charlas de poca madre, fue la primera que me enseño que los problemas te hacen más fuerte, la primera que me lo dijo de verdad. Me acuerdo de su obsesión con su voz. De todas las bocas que va a callar. De lo mucho que tengo que repetirle que es preciosa, por dentro y por fuera. Mi Piano tiene sus momentos negros, como sus teclas, pero que sin ellos no sonaría igual. Que me transmite seguridad, como la brillante negra madera, ella también brilla aunque no se de cuenta. Quiero decirle lo mucho que la necesito, como una guitarra a sus cuerdas, como un pentagrama a sus notas, como yo. Que la Guitarra necesita a su Piano para hacer música, para ser feliz.

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