jueves, 29 de agosto de 2013

16 minutos.

Presión sobre las cuerdas, las teclas, las boquillas, y el pecho.
Llorar no servirá para nada esta vez.
La del espejo no soy yo, no soy la chica de los ojos maquillados de la noche anterior, la de los labios entrecortados, la del pelo sobre los hombros, la que no tiene gafas.
Soy la chica que esta mañana perdió el desmaquillador y le dio igual, ya que era recuerdo de la locura de la noche anterior, la que tiene los labios secos de tanto gritar, la que le encanta el pelo largo que nunca cae, la que se pone lentillas para no depender de un estúpido cristal que mancha lo que no debe.
Queda menos.
Supongo que las cosas se desgastan con el tiempo.
Que las pulseras fueron una suposición demasiado grande.
Que yo era otra suposición.
Que odio que me besen las orejas.
Que la confusión del cumpleaños con el fin de mi acto, no fue casualidad.
No sé nada.
Posiblemente, el Manzanares nunca volverá, posiblemente cambiaría mi deseo. No por Enero, pero si por lo demás.
Posiblemente el rojo estaba predestinado a aparecer.
Subjetivo.
Ojalá fuese valiente.
Posiblemente todos estos escritos acaben siendo nada.
Seguramente aposté al bando equivocado.
Madrid no va a ser para siempre.
Quizás, cree la canción.
Quizás lloremos de felicidad.
Quizás las suposiciones, valgan nada.

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