Presión sobre las cuerdas, las teclas, las boquillas, y el pecho.
Llorar no servirá para nada esta vez.
La del espejo no soy yo, no soy la chica de los ojos maquillados de la noche anterior, la de los labios entrecortados, la del pelo sobre los hombros, la que no tiene gafas.
Soy la chica que esta mañana perdió el desmaquillador y le dio igual, ya que era recuerdo de la locura de la noche anterior, la que tiene los labios secos de tanto gritar, la que le encanta el pelo largo que nunca cae, la que se pone lentillas para no depender de un estúpido cristal que mancha lo que no debe.
Queda menos.
Supongo que las cosas se desgastan con el tiempo.
Que las pulseras fueron una suposición demasiado grande.
Que yo era otra suposición.
Que odio que me besen las orejas.
Que la confusión del cumpleaños con el fin de mi acto, no fue casualidad.
No sé nada.
Posiblemente, el Manzanares nunca volverá, posiblemente cambiaría mi deseo. No por Enero, pero si por lo demás.
Posiblemente el rojo estaba predestinado a aparecer.
Subjetivo.
Ojalá fuese valiente.
Posiblemente todos estos escritos acaben siendo nada.
Seguramente aposté al bando equivocado.
Madrid no va a ser para siempre.
Quizás, cree la canción.
Quizás lloremos de felicidad.
Quizás las suposiciones, valgan nada.
jueves, 29 de agosto de 2013
Me duele la cabeza.
Me duele la cabeza.
Me duele lo que nunca volverá.
Me duelen los recuerdos.
Me duelen las canciones que nos quedaron sin descubrir.
Me duelen los rincones de Madrid que no hemos arrasado. Los viajes que no planeamos. Lo fingido y lo de verdad. Los años 80 que se olvidaron. Las estrellas.
Las cuerdas de mi guitarra están en proceso de descomposición y la Ginebra no puede con ellas.
Las grietas de mi espalda vuelven. Se expanden, cubren todo mi cuerpo, llegan hasta mis dedos. lo único que me quedaba.
Es normal que no queráis saber nada más de mí. Sólo soy grietas rojas.
Me duele, la cabeza.
La foto.
Las 2:17. La mariscada ha acabado y la Ginebra acabó bailando un rock and roll en la plaza del pueblo. Todos se han ido, un instante de falsa paz inunda el segundo piso.
Enciendo el ordenador para vaciar las memorias que el objetivo captó esta noche. Música por supuesto. Pienso en acabar, apagar y dormir. Dormir, curioso verbo.
Pero entonces veo la carpeta. "Enana".
Dudo, puede originarse un terremoto, o una simple vibración más.
Cedo ante la duda.
Las viejas fotos.
La antigua yo.
El antiguo nosotros.
No se de extrañar que un Piano suene de fondo mientras los recuerdos interfieren mis pupilas y llueve sobre mis mejillas.
Mis ojos azules a juego con los tuyo.
El brillo de su sonrisa.
Tu coleta acompañada de unas gafas de culo de botella.
La foto.
Él mirando al objetivo con la felicidad sobrentendible , ella abrazándole mientras me sonríe a mí, yo con la mirada en el cielo.
Lo que puede originar un simple recuerdo fotografiado llega a ser increíble, incluso, da miedo.
No hay ningún Piano que resuene de fondo. El silencio se apodera de mí y me transporta al pasillo amarillo y los helados de chocolate.
Los ojos azules se oscurecieron, la felicidad que captó en ese instante una cámara desechable, ya no existe, nadie me mira esbozando una sonrisa.
El cielo sigue ahí, intacto, esperando que yo lo vuelva a admirar.
De nuevo, Yellow.
Por una vez sumergirme en el falso azul.
No hay nubes, ni llueve.
Mis ojos vuelven a ser azules y las piriposas existen.
Estrellas, brillad por mí.
Enciendo el ordenador para vaciar las memorias que el objetivo captó esta noche. Música por supuesto. Pienso en acabar, apagar y dormir. Dormir, curioso verbo.
Pero entonces veo la carpeta. "Enana".
Dudo, puede originarse un terremoto, o una simple vibración más.
Cedo ante la duda.
Las viejas fotos.
La antigua yo.
El antiguo nosotros.
No se de extrañar que un Piano suene de fondo mientras los recuerdos interfieren mis pupilas y llueve sobre mis mejillas.
Mis ojos azules a juego con los tuyo.
El brillo de su sonrisa.
Tu coleta acompañada de unas gafas de culo de botella.
La foto.
Él mirando al objetivo con la felicidad sobrentendible , ella abrazándole mientras me sonríe a mí, yo con la mirada en el cielo.
Lo que puede originar un simple recuerdo fotografiado llega a ser increíble, incluso, da miedo.
No hay ningún Piano que resuene de fondo. El silencio se apodera de mí y me transporta al pasillo amarillo y los helados de chocolate.
Los ojos azules se oscurecieron, la felicidad que captó en ese instante una cámara desechable, ya no existe, nadie me mira esbozando una sonrisa.
El cielo sigue ahí, intacto, esperando que yo lo vuelva a admirar.
De nuevo, Yellow.
Por una vez sumergirme en el falso azul.
No hay nubes, ni llueve.
Mis ojos vuelven a ser azules y las piriposas existen.
Estrellas, brillad por mí.
Incompleto.
Palabras que todos decimos y nadie usa. Rincones de tu piel que se quedaron sin estrenar. Paranoias de la M-40. Colores que se hicieron paso entre los demás. Puede que sea en lo que me he convertido, lo que me habéis convertido. Oleadas de pensamientos sin estrenar. Sigo perdida. Seguís buscando. Quizás ese sea el problema, que no quiero encontraros. Nos quedamos rotos, encerrados en el hielo, rodeados de partituras sin leer, cuerdas y teclas rotas, pinceladas de rojo que se supone que deberían de ponerme los pies en el suelo, las estrellas amarillas que no brillan por nosotros tuvieron sentido durante esa carcajada con la costa de la muerte de fondo. Quizás un tres tres dos fluya entre mis dedos sin necesidad de pensar.
La existencia queda resumida en 1 minuto. Mi existencia quedó resumida hace cuatro años, rodeada de luces que ocultaban las verdades y me hacían más alta. O en el instante de el río sobre nuestros deseos, si todo hubiese acabado allí, hubiese sido el final perfecto.
La existencia queda resumida en 1 minuto. Mi existencia quedó resumida hace cuatro años, rodeada de luces que ocultaban las verdades y me hacían más alta. O en el instante de el río sobre nuestros deseos, si todo hubiese acabado allí, hubiese sido el final perfecto.
Fin del acto.
El acto termina, se baja el telón, y los actores vuelven a sus casillas.
El escenario cambia. Puede que esta vez se trate de Galicia, Madrid, Valencia e incluso Barcelona.
La sexta sinfonía sigue sonando igual que siempre.
Algunos actores se han retirado o simplemente han huido. Otros llegaron y recompusieron diálogos y pedazos.
Rodeado de rojo y amarillo el telón de mi vida se carga sobre mis hombros. Parte de mí quedó enterrada en una playa sin estrenar. Quizás esa mirada ingenua mientras una lágrima impregnaba mis mejillas tocó mis cuerdas agrietadas. Quizás ese abrazo que no llegó pudo haberlo reconstruido todo.
¿Seguirán aquí cuando acabe esta función?
¿Seguirán aquí cuando solamente quede mi alma rota y desgastada?
Fin del acto.
El escenario cambia. Puede que esta vez se trate de Galicia, Madrid, Valencia e incluso Barcelona.
La sexta sinfonía sigue sonando igual que siempre.
Algunos actores se han retirado o simplemente han huido. Otros llegaron y recompusieron diálogos y pedazos.
Rodeado de rojo y amarillo el telón de mi vida se carga sobre mis hombros. Parte de mí quedó enterrada en una playa sin estrenar. Quizás esa mirada ingenua mientras una lágrima impregnaba mis mejillas tocó mis cuerdas agrietadas. Quizás ese abrazo que no llegó pudo haberlo reconstruido todo.
¿Seguirán aquí cuando acabe esta función?
¿Seguirán aquí cuando solamente quede mi alma rota y desgastada?
Fin del acto.
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