No lo entenderéis. Nunca. Ninguno.
No entenderéis que me duela en las entrañas tocar las obras de la prueba inútil.
No entenderéis que necesite pintarme los ojos todas las mañanas. Que necesite quitarme el ala, porque me ahoga, me ahogan, me ahogáis.
Que odie los besos en las orejas.
Que no me gusten las despedidas.
No entenderéis el significado de Yellow o Californication, no son sólo canciones, nunca lo fueron.
No retenéis por qué tengo las uñas de la mano derecha largas y las de la izquierda cortas.
No entenderéis mi pánico a el futuro, a los cambios, a mis ansiosas ganas de explotar de encontrar. Mi fobia a los entierros.
No entenderéis lo que es Si menor. Lo que admiro las palabras.
No entenderéis lo que significó una simple charla, con una simple persona, con unos ojos verdes, no tan simples. No entenderéis lo que son las piriposas, ni llegaréis a imaginarme con ojos azules.
No entenderéis lo que fueron para mí los peces luminosos, lo que son.
No entenderéis lo que pudo hacerme una guitarra.
No entenderéis mis grietas, ni mi Enero.
No entenderéis el significado de mi apellido.
No entenderéis que no puedo gritar, no sé gritar.
No entenderéis como puedo a odiar.
No entenderéis que me plantee un futuro inestable.
No entenderéis mi admiración por los pianos.
No veréis el rojo como tal.
Mi obsesión por echar leña sobre hogueras apagadas. Mi obsesión con las puertas de los armarios.
El falso cielo.
No entenderéis lo que soy, en lo que me he convertido, o habéis. Lo que supongo, que todavía no he asimilado.
Pero a quien quiero engañar, tampoco quiero que lo entendáis.
Paraísos rotos.
Supongamos que necesito gritar, y al no poder, escribo.
domingo, 20 de octubre de 2013
domingo, 15 de septiembre de 2013
La Una.
Hacía tiempo que no escribía en papel, mi letra rota e inentendible lo corrobora.
La una menos cuarto, ya he apagado.
La tinta roza mis dedos y traspasa el papel, esta vez no es roja.
Supongamos que los cuatro no siempre estarán de mi parte.
Podría esforzarme y volver, cambiar de bolígrafo, buscar uno en condiciones, darle la vuelta a mis letras
Supongo que todavía no soy capaz.
Me duele la cabeza.
Diez minutos.
La una es la hora del principio, del final.
Supongo que nadie tendrá interés en este escrito de nula inspiración, ellos, falsamente felices, que nunca vivieron el amarillo ni el rojo.
La gran mayoría ni habréis superado el primer acto.
Siete minutos.
Tachones.
Las retinas me escuecen y el cristal no ayuda.
Lo típico de "Cambiaría todo en este instante".
California.
Hace mucho que los huracanes son otra vibración más.
Hace demasiado que me perdí.
Tres minutos.
No quiero encontrarme.
No quiero acabar tal que empezásteis.
Dos minutos.
Nadie me echará en falta. En ningún instante.
Malgasté un sueño en vano.
No me puedo permitir perder más tiempo.
Un minuto.
No hay estrellas hoy todas se esconden de mí.
Supongo que esto debe ser una despedida.
Quise decir "hasta luego" cuando te dije "adiós".
Los peces luminosos, no volvieron.
Los actores se han retirado y quemado sus papeles.
¿Fin del acto?
La una.
domingo, 8 de septiembre de 2013
Que mis muñecas estén limpias no significa que esté bien.
Paracaídas que simplemente no se abrieron.
Tinta en las rodillas. Música en las arterias. Coldplay, en el alma.
No recuerdo como era mi sonrisa antes,
Que mis muñecas estén limpias no significa que todo esté bien.
Necesito necesitar. Cuídate dijeron.
Físicamente, empeora por momentos. Me pesa el pecho y no me encuentro el pulso.
Un tiovivo de metal, que no se oxidará. Nada que ver con nosotros.
Oxidados y perdidos.
Quemé todo, y sirvió de nada.
Nunca estarás de tal forma.
El cielo se ha cerrado ante nosotros, el frío quema.
Necesito necesitar.
Necesito creer.
Necesito, romper con todo.
Tinta en las rodillas. Música en las arterias. Coldplay, en el alma.
No recuerdo como era mi sonrisa antes,
Que mis muñecas estén limpias no significa que todo esté bien.
Necesito necesitar. Cuídate dijeron.
Físicamente, empeora por momentos. Me pesa el pecho y no me encuentro el pulso.
Un tiovivo de metal, que no se oxidará. Nada que ver con nosotros.
Oxidados y perdidos.
Quemé todo, y sirvió de nada.
Nunca estarás de tal forma.
El cielo se ha cerrado ante nosotros, el frío quema.
Necesito necesitar.
Necesito creer.
Necesito, romper con todo.
jueves, 29 de agosto de 2013
16 minutos.
Presión sobre las cuerdas, las teclas, las boquillas, y el pecho.
Llorar no servirá para nada esta vez.
La del espejo no soy yo, no soy la chica de los ojos maquillados de la noche anterior, la de los labios entrecortados, la del pelo sobre los hombros, la que no tiene gafas.
Soy la chica que esta mañana perdió el desmaquillador y le dio igual, ya que era recuerdo de la locura de la noche anterior, la que tiene los labios secos de tanto gritar, la que le encanta el pelo largo que nunca cae, la que se pone lentillas para no depender de un estúpido cristal que mancha lo que no debe.
Queda menos.
Supongo que las cosas se desgastan con el tiempo.
Que las pulseras fueron una suposición demasiado grande.
Que yo era otra suposición.
Que odio que me besen las orejas.
Que la confusión del cumpleaños con el fin de mi acto, no fue casualidad.
No sé nada.
Posiblemente, el Manzanares nunca volverá, posiblemente cambiaría mi deseo. No por Enero, pero si por lo demás.
Posiblemente el rojo estaba predestinado a aparecer.
Subjetivo.
Ojalá fuese valiente.
Posiblemente todos estos escritos acaben siendo nada.
Seguramente aposté al bando equivocado.
Madrid no va a ser para siempre.
Quizás, cree la canción.
Quizás lloremos de felicidad.
Quizás las suposiciones, valgan nada.
Llorar no servirá para nada esta vez.
La del espejo no soy yo, no soy la chica de los ojos maquillados de la noche anterior, la de los labios entrecortados, la del pelo sobre los hombros, la que no tiene gafas.
Soy la chica que esta mañana perdió el desmaquillador y le dio igual, ya que era recuerdo de la locura de la noche anterior, la que tiene los labios secos de tanto gritar, la que le encanta el pelo largo que nunca cae, la que se pone lentillas para no depender de un estúpido cristal que mancha lo que no debe.
Queda menos.
Supongo que las cosas se desgastan con el tiempo.
Que las pulseras fueron una suposición demasiado grande.
Que yo era otra suposición.
Que odio que me besen las orejas.
Que la confusión del cumpleaños con el fin de mi acto, no fue casualidad.
No sé nada.
Posiblemente, el Manzanares nunca volverá, posiblemente cambiaría mi deseo. No por Enero, pero si por lo demás.
Posiblemente el rojo estaba predestinado a aparecer.
Subjetivo.
Ojalá fuese valiente.
Posiblemente todos estos escritos acaben siendo nada.
Seguramente aposté al bando equivocado.
Madrid no va a ser para siempre.
Quizás, cree la canción.
Quizás lloremos de felicidad.
Quizás las suposiciones, valgan nada.
Me duele la cabeza.
Me duele la cabeza.
Me duele lo que nunca volverá.
Me duelen los recuerdos.
Me duelen las canciones que nos quedaron sin descubrir.
Me duelen los rincones de Madrid que no hemos arrasado. Los viajes que no planeamos. Lo fingido y lo de verdad. Los años 80 que se olvidaron. Las estrellas.
Las cuerdas de mi guitarra están en proceso de descomposición y la Ginebra no puede con ellas.
Las grietas de mi espalda vuelven. Se expanden, cubren todo mi cuerpo, llegan hasta mis dedos. lo único que me quedaba.
Es normal que no queráis saber nada más de mí. Sólo soy grietas rojas.
Me duele, la cabeza.
La foto.
Las 2:17. La mariscada ha acabado y la Ginebra acabó bailando un rock and roll en la plaza del pueblo. Todos se han ido, un instante de falsa paz inunda el segundo piso.
Enciendo el ordenador para vaciar las memorias que el objetivo captó esta noche. Música por supuesto. Pienso en acabar, apagar y dormir. Dormir, curioso verbo.
Pero entonces veo la carpeta. "Enana".
Dudo, puede originarse un terremoto, o una simple vibración más.
Cedo ante la duda.
Las viejas fotos.
La antigua yo.
El antiguo nosotros.
No se de extrañar que un Piano suene de fondo mientras los recuerdos interfieren mis pupilas y llueve sobre mis mejillas.
Mis ojos azules a juego con los tuyo.
El brillo de su sonrisa.
Tu coleta acompañada de unas gafas de culo de botella.
La foto.
Él mirando al objetivo con la felicidad sobrentendible , ella abrazándole mientras me sonríe a mí, yo con la mirada en el cielo.
Lo que puede originar un simple recuerdo fotografiado llega a ser increíble, incluso, da miedo.
No hay ningún Piano que resuene de fondo. El silencio se apodera de mí y me transporta al pasillo amarillo y los helados de chocolate.
Los ojos azules se oscurecieron, la felicidad que captó en ese instante una cámara desechable, ya no existe, nadie me mira esbozando una sonrisa.
El cielo sigue ahí, intacto, esperando que yo lo vuelva a admirar.
De nuevo, Yellow.
Por una vez sumergirme en el falso azul.
No hay nubes, ni llueve.
Mis ojos vuelven a ser azules y las piriposas existen.
Estrellas, brillad por mí.
Enciendo el ordenador para vaciar las memorias que el objetivo captó esta noche. Música por supuesto. Pienso en acabar, apagar y dormir. Dormir, curioso verbo.
Pero entonces veo la carpeta. "Enana".
Dudo, puede originarse un terremoto, o una simple vibración más.
Cedo ante la duda.
Las viejas fotos.
La antigua yo.
El antiguo nosotros.
No se de extrañar que un Piano suene de fondo mientras los recuerdos interfieren mis pupilas y llueve sobre mis mejillas.
Mis ojos azules a juego con los tuyo.
El brillo de su sonrisa.
Tu coleta acompañada de unas gafas de culo de botella.
La foto.
Él mirando al objetivo con la felicidad sobrentendible , ella abrazándole mientras me sonríe a mí, yo con la mirada en el cielo.
Lo que puede originar un simple recuerdo fotografiado llega a ser increíble, incluso, da miedo.
No hay ningún Piano que resuene de fondo. El silencio se apodera de mí y me transporta al pasillo amarillo y los helados de chocolate.
Los ojos azules se oscurecieron, la felicidad que captó en ese instante una cámara desechable, ya no existe, nadie me mira esbozando una sonrisa.
El cielo sigue ahí, intacto, esperando que yo lo vuelva a admirar.
De nuevo, Yellow.
Por una vez sumergirme en el falso azul.
No hay nubes, ni llueve.
Mis ojos vuelven a ser azules y las piriposas existen.
Estrellas, brillad por mí.
Incompleto.
Palabras que todos decimos y nadie usa. Rincones de tu piel que se quedaron sin estrenar. Paranoias de la M-40. Colores que se hicieron paso entre los demás. Puede que sea en lo que me he convertido, lo que me habéis convertido. Oleadas de pensamientos sin estrenar. Sigo perdida. Seguís buscando. Quizás ese sea el problema, que no quiero encontraros. Nos quedamos rotos, encerrados en el hielo, rodeados de partituras sin leer, cuerdas y teclas rotas, pinceladas de rojo que se supone que deberían de ponerme los pies en el suelo, las estrellas amarillas que no brillan por nosotros tuvieron sentido durante esa carcajada con la costa de la muerte de fondo. Quizás un tres tres dos fluya entre mis dedos sin necesidad de pensar.
La existencia queda resumida en 1 minuto. Mi existencia quedó resumida hace cuatro años, rodeada de luces que ocultaban las verdades y me hacían más alta. O en el instante de el río sobre nuestros deseos, si todo hubiese acabado allí, hubiese sido el final perfecto.
La existencia queda resumida en 1 minuto. Mi existencia quedó resumida hace cuatro años, rodeada de luces que ocultaban las verdades y me hacían más alta. O en el instante de el río sobre nuestros deseos, si todo hubiese acabado allí, hubiese sido el final perfecto.
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